En un intento, quizá, apresurados por recuperar su honor perdido, los guardianes del orden, de forma arrogante, arrojaron los objetos malditos dentro de una abertura dimensional. El poder contenido de la tumba se manifestó y como un látigo azotó a la compañía audaz. Una onda de fuerza mágica brotó de la esculpida boca de Focalor. Pocos resistieron el golpe. El grupo flaqueo y mostró temor, afrentando a la ciudad de descanso de los Burkan.