El brillo de la muerte

Los ecos tenebrosos de la tumba se mantenían presente en el imaginario de los miembros de la compañía audaz, sumándose a la larga lista de elementos que debían enfrentar. Siendo el primero de ellos la oscuridad profunda. A tientas, sin guía ni compás, solo con un puñado de indicaciones se movían los héroes en un mundo de sombras y resquicios abismales en cuyas profundidades, siluetas de las más variadas formas sugerían un final blasfemo. Superando las ominosas seis casas de los Burkan lograron avanzar al último resquicio de este laberinto del mal. Arribaron allí a donde los héroes de los pueblos del mundo sin sol fracasaron. Ahora era su turno. El turno de poner fin al laberinto. Y con él a todo tipo de abominación que se ocultaba en sus pasadizos y codos impíos. La tensión de lucha significó la entrega espiritual de los burkan para que nuestros héroes tuvieran una oportunidad adicional de eliminar la mazmorra. El suspiro del último golpe se fundió con los vapores de azufre y roca fundida. De entre los efluvios qué se elevaban y confundían entre el polvo y almas liberadas, una calavera adornada con piedras resplandecientes, en sus ojos pestañaban rubies rojos y con dientes de oro y plata interpeló con su maligno brillo a los héroes. El fin de los tiempos se acerca. Era el brillo de la muerte.