El magnicidio y la Dinomaquia

 El día del tan esperado evento llegó y como siempre una gran multitud se movilizó desde las afueras de Inamac y ocupó los caminos de la ciudad en dirección al Chukan-Neki. Por entre las calles atestadas de comerciantes, tenderos, curiosos y exitosos apostadores, la compañía audaz avanzaba. La marea de seres los empujaba hacia el Chukan-Neki, la necesidad de cumplir con las tareas encomendadas hizo que la compañía se separe Glodin, Dern, Nipur y Oreon debían buscar y dar aviso a Olocan para advertirle sobre el plan magnicida que estaba por concretar el primer ministro, en tanto Ralminiarrak acompañó a Sigfrid que debía presentarse en la arena como contrincante. Luego de cumplir el ingreso se dirigieron hacia los vestuarios para cumplir con la promesa de Sigfrid de participar en el gran evento final. En ellos recibieron las correspondientes indicaciones sobre las reglas que rigen la arena, en tanto desde sus aberturas el entrenador y el guerrero observaron cómo se desarrollaban diferentes luchas. El primer evento en tener lugar y en abrir el cronograma fue el enfrentamiento de dinosaurios: Tlanti Mina vs El Martillo. Una batalla bastante pareja, al menos entretenida, en la que resultó vencedor Tlanti Mina dando inicio a un revuelo y excitación por parte del estadio que comenzaba a entrar en calor.

Ral, ahora el entrenador, se ocupó de los preparativos administrativos finales para que Sigfrid no sea cuestionado y pueda ingresar a la arena, sin consecuencias negativas, dado que el uso de magia no está permitido en los enfrentamientos. Sigfrid, se encontró sólo en su vestuario con la compañía del tumulto de la turba que ocupaba el estadio. Se miró al espejo, estaba tenso. Hacía mucho tiempo no veía su rostro. Ya no era ese joven paladín sin experiencia, se trataba de otra persona que el mundo intentaba cambiar un poco más. 

En medio del ensordecedor ruido y vitoreó los miembros de la compañía intentaron avanzar hacia Olocan y evitar su asesinato. La inminencia del inicio de la segunda batalla, el choque de gigantes, correspondiente al segundo evento conforme al cronograma: Tlacatl, El Terrible vs Zatzahui, El Titánico dificultó su avance restándoles un tiempo precioso. Por ello, resolvieron continuar pero en busca de Laotsal, el canciller, quizá él pudiese abrirles paso hacia Olocan y así llegar antes de la gran pelea convocante de ese día, y poder evitar el asesinato, que suponían ocurriría en el momento de mayor efervesencia. A empujones lograron entrar al palco del canciller pero la segunda batalla dio inicio y fue la protagonista, la sangre y bestialidad se mezclaron y ellos quedaron en segundo plano. Las apuestas se movían en las gradas como una criatura queriendo animarse, el resultado fue definitivo. Así como en la primer batalla venció el favorito Tlanti Mina, lo mismo sucedió en la segunda, Tlacatl el terrible proporcionó el espectáculo de sangre y repartió dividendos a los apostadores. 

El ritual de inicio continuaba para Sigfrid, Ral lo acompañó a deponer sus objetos mágicos, y ante la identificación por parte de Ralminiarrak, de un conjuro de detectar magia que estaba por lanzar un controlador. Lo interrumpió con unas sinceras disculpas. Revelando la verdadera identidad del Gran Pelele, afirmando que ahora su vida fluye en el cuerpo de un elemental de magia. La información fue superior a todo tipo de respuesta entrenada por él iniciado. Dando lugar a que se retirará en busca de sus superiores. Esta situación abrió el debate y los audaces debieron esperar en una sala el veredicto final sobre su participación o no en el combate. En la espera, Sigfrid seguía escuchando esa multitud, el bullicio, algo le traía a la mente, un recuerdo o quizá un sueño lejano que no podía identificar. Miró hacia abajo, miró las líneas que se formaban en la arena a sus pies. Gotas de sudor surcaban por su frente hacia el suelo, como bajando desde una gran columna de piedra. Debajo de él, sintió temblar el suelo y el polvo caer del techo de las tribunas calientes de miles de espectadores que esperaban ansiosos por el gran espectáculo. 

La compañía audaz se encuentraba dividida en su lucha por conservar el orden y preservar con vida al gobernante. Nippur, Glodin, Oreon y Dern luego de lograr convencer Laotsal, le seguían en dirección al palco de Olocan. Lo divisaron de lejos pero no pudieron avanzar mucho más dado que la locura se apoderó del estadio y nuevamente las mareas de tosgon se balancearon en dirección a los límites inferiores de las tribunas. Los relatores anunciaban la tercera pelea, la pelea que abrió la segunda parte del cronograma de batallas del día, la Dinomaquia. En esta ocasión lucharían: Cecenqua vs Tenayuco. Un enfrentamiento diferente, no sólo por tratarse de una lucha entre un dinosaurio contra un Orco, sino porque Tenayuco, un tosgon Hunhao, se presenta para cumplir con una antigua profecía y convertirse en el Moquihui.


Las apuestas no se hicieron esperar, los Coztic Netla, los encargados de apuestas iban levantando y anotando todo tipo de numerología. En tanto el ascenso de la compañía por la tribuna detrás del canciller simplificó un poco el acceso hacia los límites del palco, pero los guardias que respondieron a órdenes del primer ministro Chakin impidieron el acceso. Nippur sorteó a los guardias y avanzó hasta Olocan, en su trayecto divisó al asesino que capturó el día anterior. Con un despliegue de artista marcial logró identificarlo no sólo a los gritos, sino también con un golpe. En tanto la euforia seguían en aumento en la atribulada audiencia, Cencequa, el formidable triceratops se lanzó a toda marcha sobre Tenayuco, con gran destreza éste esquivo su topetazo e intentó dar un fuerte golpe con su afilado garrote. Pero no fue un golpe contundente, el triceratops respondió con una cornada que lo empujó hacia el centro. Con determinación Tenayuco se levantó como un relámpago y parándose lo espero con un grito de guerra. Cencequa bramo y a pesar de recibir un corte cerca del ojo, lo corneó contra una de las paredes rematándolo de una embestida. La gente en pleno festejo no se percató de lo que acontecía. Una gresca se desató entre Glodin y Dern quienes empujaron a las filas de guardias que estaban en la entrada del palco para finalmente ingresar atropellandolos, en tanto Nippur gritaba a Olocan, "¡quieren matarte, el primer ministro está detrás de este plan y este es el asesino!" al terminar de decir esto, el supuesto asesino recibió otro golpe marcial del monje que lo dejó tendido. La confusión fue tal que los guardias atacaron a Nippur, quien recibió ataques con las manos hacia arriba en señal de rendición mientras continuaba diciendo que Chakin era la mente detrás del plan de asesinato del líder de la ciudad. Olocan, reaccionó al ver la postración del monje y comprendiendo, dio la orden a las tropas de apresar al primer ministro. Chakin viéndose acorralado, en un acto de cobardía y desesperación se dirigió al balcón y saltó hacia la arena desde unos 50 metros de altura. El estadio enmudeció al ver esa caída desde el palco oficial, el ruido fue seco y para sorpresa de todos la acción no terminó ahí, ya que detrás de la caída del sujeto apareció un pterodáctilo que en picada cayó sobre los restos y los subió nuevamente al palco. El estadio se alborotó ante este nuevo y singular suceso, no entendió, tampoco quiso comprender y cómo una sola mente se levantó al unísono en gritos y algarabía. Y comenzó a calentar el ambiente para el último acontecimiento. Un rugido todopoderoso estalló desde las gradas, seguido de cánticos pidiendo por el "¡Terror de las fauces!". Como si se tratase de un golem que amenaza en levantarse y caminar por Sisalikudra esparciendo locura y necedad, los tosgon comenzaron a mover las apuestas levantando las manos, como brazeos de golem por el estadio, llamando a los Coztic Netla. Debajo, alejados de todo ese ambiente Ral y Sigfrid lograron destrabar los problemas. Finalmente depusieron las armas mágicas del guerrero para luego ser controlado nuevamente, pero en esta oportunidad, por un anciano quien se aseguró que Sigfrid no portase ningún encantamiento adicional a su naturaleza estrictamente mágica. Finalizado el chequeo, los dejaron solos un momento. El silencio de meditación lo rompió el mago para decirle a Sigfrid que cuando lo escuche hablar, se acerque al umbral de ingreso a la arena para presentarlo. Le dio un fuerte abrazo, lo dejó solo y se encaminó hacia la arena. Sigfrid sabía lo que eso significaba. Kanetel había sido claro, nunca nadie sobrevivió al Terror de las Fauces. Ahora estaba solo, él solo, a merced del invicto monstruo. Esta sería la segunda gran pelea del Gran pelele en el mismo día contra un temible adversario. Su entrenador ante ello le había dicho: “¡ánimo, el miedo es positivo, domínalo, úsalo!”. Sus brazos y piernas estaban surcados con antiguas cicatrices, él las recordaba a cada una. Pensó en la batalla, que el monstruo habría de tratar de castigarlo rápidamente como si hubiese cometido un crimen, como si fuese un delincuente a quién se le hubiese dado la pena máxima. Sigfrid conocía a la caprichosa fortuna, que cuál moneda, lo colocó frente a esta bestia. Acepto el desafío de ser una moneda en el aire, pues al fin de cuentas él es un apostador. "Soy apostador", se dijo. Y como tal conoce las reglas del juego, sólo que esta vez está en juego su cabeza. Asumiendo su destino y mientras corría una piedra de afilar por el borde de su pieza más preciosa, el bracamante, se deleitó en pensar en la cara de Olocan al momento de resultar victorioso. Con esa imagen esperó, desde el umbral, las palabras para ingresar a la arena, de aquel con quién tuvo más de una discusión y ahora era no sólo su entrenador, sino su amigo.

El caos mermaba en el palco oficial, la situación de extrema tensión comenzó a distenderse luego de que Olocan escuchara la historia y sobre todo la existencia de pruebas que sostendrían la acusación del magnicidio. Al calmarse definitivamente el ambiente Dern y Glodin solicitaron a Olocan suspender el gran evento porque temían por la vida de Sigfrid. Olocan los miró con comprensión y les dijo: “no puedo detener la pelea, la ciudad vive de esto y debo decidir siempre por la ciudad, lo lamento, su compañero debe luchar en el Chukan-neki y con una sonrisa gritó, miren ahí, hay movimiento en la arena. Con una gran sonrisa espetó: “¡¡¡Que empiecen las apuestas señores!!!”. La Dinomaquia continuó con su cronograma llegando al evento principal. El tan esperado combate entre El Terror de las Fauces vs El Pelele. Los relatores auspiciaron el enfrentamiento y la turba se emocionaba. 

Muchos se preguntaban quién era ese Pelele, pero sin dudas no importaba, ya que el espectáculo era del Terror. Los gritos, las corridas a carteristas por las gradas que huían entre los innumerables escalones del estadio, el jolgorio y las escaramuzas entre borrachos se paralizó. Se disipó esa energía monumental del golem con el simple ingreso a la arena de un elfo de prendas marrones. Ubicándose cerca de la salida de los vestuarios hacia la arena levantó las manos y como un impulsó brotaron dragones de fuego de sus manos y comenzaron a surcar el ambiente, sobrevolaron al estadio con vivos colores iluminando las caras talladas en las paredes de la arena de los antiguos combatientes. Ascendieron trazando figuras y se deshacían en chispas de colores. Ya con la atención de todos Ralmin se ubicó cerca de los relatores y dijo lento y con pausa:

“Desde las más oscuras profundidades de esta tierra

Quien fue Esclavo y se liberó de antiguas minas con terremotos

Aquel que cruzo caminando desnudo sisalikudra liberando a los antiguos burkan

Aqui con ustedes, 

El hijo de los dragones, aquel que se ríe de la muerte”

Desde el palco los compañeros audaces se miraron consternados. El estadio estaba siendo calentado por las palabras del elfo como aperitivo al gran final. El gran mago continuó con su presentación, los dragones voladores continuaban saliendo de su brazos y giraban sobre la arena como furias de fuego que estallaban en coloridas tonalidades de rojo, naranja y amarillo. Sus palabras continuaban circulando por la gran multitud gracias a los relatores que iban tomando fuerza. En un último giro invocó una gran hilera de dragones que dando vueltas cayeron como una cascada de fuego en la puerta de entrada hacia la arena. Las explosiones de chispas y colores levantaron la arena en jirones. Y como si fuese invocado por el mismísimo dios dragón una figura apareció de súbito entre el fuego y la arena.

Gritó el mago: “¡Aquí el gran pelele!”

 

Unos pies descalzos caminaron hacia el centro acompañando un torso cubierto por una lamelar. La hoja brillosa del bracamante se blandía con habilidad entre los dedos del guerrero. Su rostro serio miró a la multitud y con su otra mano sacó de su espalda una espada larga y levantando las dos manos saludo a la multitud. La ovación fue sublime, el estadio pareció querer sentarse cual golem y aplaudir. Esa ovación entró en el corazón de Sigfrid y le hizo identificar y recordar esa sensación. Pensó en su esclavitud, en su primera victoria que lo consagraría como el pelele. Aquellos primeros pasos hacia su liberación en Hastilatus. Olió sangre. Sigfrid liberó esa alegría por la arena que se escondía en él. Estaba listo para enfrentar su destino. 

El portón opuesto al gran pelele se abrió y se escuchó abrir lentamente una segunda puerta de hierro. Sigfrid extendió los pies y se estabilizó. Desde la oscuridad se oían gruñidos guturales que enfriaban hasta los huesos. Unos aullidos se escucharon venir desde el fondo de la arena, cada vez con más fuerza. Las antiguas estatuas de grandes héroes del Chukan - Neki sostenían la locura desatada por ese golem que de liberarse arrasaría con Sorbetrach. El desenfreno de gritos y apuestas se paralizó.



Y un silencio súbito auspició el ingreso del Terror de las fauces, de pronto la arena tembló y con un feroz aullido entró la formidable bestia. 40 metros de furia irrumpió en la arena y casi sin dar lugar a un suspiro, dando inicio al gran final, se lanzó el Terror sobre Sigfrid. Arremetió con fuerza el local e hizo saber al guerrero cuáles serían los términos de esta batalla. Sus garras lastimaron al pelele quién a su turno se lanzó hacia los tobillos de la bestia y la castigó duramente. Pivoteando sobre una pata el monstruo alcanzó nuevamente con sus garras al humano y luego de castigarlo hizo honor a su nombre y lo capturó con sus temibles fauces. La caída del bracamante hizo suspirar al golem de multitudes. Pero nuevamente tuvo que ganar aire para nuevos gritos como en una rápida respiración cuando el gran pelele se sujetó de uno de los colmillos con los que la bestia sostenía su armadura en el aire y lo presionó contra su cuerpo para ganar fuerza, entre gritos de dolor con la otra mano tomó su espada larga y lastimó duramente al dinosaurio. Para sorpresa de todos la pelea ya estaba durando más de lo habitual, muchos perdieron apuestas y otros embriagados por el ambiente pedían más sangre y perdían más plata. “¡Lo has lastimado, le duele! ¡¡¡Le duele!!!” gritó el entrenador del pelele al tiempo, que producto de la locrua del ambiente, lanzaba una zancadilla a un luchador que miraba también desde los vestuarios. Glodin en tanto, desde el palco, no podía creer esa imagen. El dolor molestó al monstruo quien zarandeó al guerrero con su boca fuertemente haciendo que la sangre suba a la cabeza mareando a Sigfird, lo que le hizo perder un poco la conciencia, hiriéndolo con esos afilados colmillos, llevándolo al límite del padecimiento. Su cuerpo pareció aflojarse en el aire y la mano que empuñaba la espada fue perdiendo fuerza. El entrenador pegó una nueva trompada, pero ahora, a uno de los guardias de la arena y dio unos pasos más allá de la zona permitida y gritó: “¡¡¡Arriba hijo de puta tus amigos te quieren, arriba!!!”

Las fauces del gran lagarto nuevamente prensaron al Pelele, quién luchaba por recuperarse, pero fue el dolor lo que lo hizo reaccionar y casi en el último instante antes de escaparse de sus manos, sujetó la espada. La sangre brotaba y solo podía distinguir el contorno sonriente de su némesis sujetándolo. Se limpió el sudor de los ojos e instintivamente flexionó sus pies descalzos en el aire, tomó impulso y levantó su espada, bombeó su sangre con toda su fuerza. Sabía que querían sangre así que se propuso dar hasta lo último. A ellos no les importaba de quién fuera la victoria. A lo lejos, sus amigos esperaban un milagro propio de ese humano que apuesta al destino mismo. Nippur sujetaba la cara de Dern. Lo apretaba en franca desesperación. Cuando amén un esfuerzo de naturaleza mítica Sigfrid asestó un formidable golpe. De una magnitud tal que ambos contrincantes se desplomaron. El asombro fue generalizado “uhhhhhhh” “ohhhhhhhh” …. El silencio del golem tribunero fue paralizante. Los dos yacían en el piso. “¡Arriba! ¡Párate! ¡Párate hermano!” - Los gritos vicerales y desesperados del entrenador retumbaban en la arena pero solo encontraron al oído de Sigfrid. Quien en lo profundo de mente repetía “¡soy duro, soy duro de matar, me tengo que levantar!”. El gran pelele en una demostración de amor propio se levantó bañado en sangre y arena, tomó su bracamante y degolló al terror de las fauces. 

El golem de multitudes en una erupción de euforia y diversos efluvios proferidos por la todas las voces aturdió a sisalikudra, el desenfreno fue generalizado a medida que coreaban “pelele,pelele… pelele, pelele… pelele…”, quienes no estaban dentro del estadio se desesperaron al oir la noticia y se apelotonaron hacia su interior para ver la proeza. Las grandes esculturas de los antiguos campeones fueron testigos de tal hazaña, la cual quedará impregnada en la mente de todos los pueblos tosgon por generaciones como la hazaña del gran pelele.

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