Regreso a la oscuridad

La consagración del gran pelele como el campeón de la Dinomaquia en la legendaria arena del imponente Chukan Neki conmocionó a todos los presentes. Los gritos y vitoreadas aturdian entanto las olas desenfrenadas de tosgon se movilizaban por las gradas dejando más de un herido. Se vieron, también entre las multitudes, la exigencia de pago de un sin fin de apuestas reclamadas a los Coztic Netla que significó para algunos un rotundo cambio en sus vidas en tanto para otros, su muerte. Fiel a su estilo, Olocan se asomó por el balcón de su palco y levantando las manos llamó al silencio. Los relatores se prepararon para ser el eco de sus palabras por todo el estadio.

  • ¡Amigos, hermanos! ¡Pueblos Tosgon! - tocándose la barriga y gesticulando una gran sonrisa en su rostro miraba al estadio todo - hoy hemos celebrado otra gran batalla en nuestra casa. ¡Ha terminado el Terror de las fauces! ¡Y ha surgido el gran pelele! ¡Un nuevo Campeón del Chukan-Neki! Las multitudes a medida que finalizaban la réplicas los relatores estallaban en júbilo.  Poniendo sus manos en su cinturón continuó, fiel a su estilo, - así es...jeje.. Pero deben saber una otra cosa - hizo una pausa dejando que las réplicas de los relatores llevaran la incertidumbre a la audiencia tendiéndola en pleno silencio, expectante - ¡Hubo un intento de asesinato! ¡Hubo un intento de asesinato! - reiteró. A mí, a Olocan, y estos forasteros lo han evitado. Han evitado que Chakin, ¡mi hermano, mi amigo, mi mayordomo!, cumpla con su plan y destruya los cimientos de nuestra ciudad. Así que, pueblo de Inamac díganme ¿¡¡¡que haremos contra quien atentó contra nuestra ciudad!!!? ¡Contra nuestras apuestas! ¡Díganme!. Como una erupción, desde las gradas, surgían las más diversas manifestaciones en contra de Chakin irrumpiendo el discurso de Olocan, solicitando la muerte de Chakin conforme a todas las torturas y modos conocidos por los Tosgon. Olocan prosiguió - quiero que sepan que estos forasteros desde hoy son nuestros Icniutla Mati. ¡Por lo que hoy habrá celebración!. El estadio en plena efervescencia se desbordó y coreo ¡Olocan! ¡Olocan!. El agua ardiente comenzó a correr por las calles de Inamac antes que los Tosgon pudiesen salir del estadio. 

Sigfrid y Ralminiarrak, pero especialmente el Gran Pelele saludaba a las gradas mientras en su regreso a los túneles internos del Chukan - Neki recibió felicitaciones y el reconocimiento del mundo gladiador. Mientras Dern, Nippur, Glodin y Oreon se dirigieron al Tekan Topol junto a Olocan y los Jalmina. En los vestuarios del Chukan-Neki Sigfrid recibió atención médica y posteriormente él y Ralmin recuperaron energía en un sauna tosgon. Luego de un rato, ya aseados reuniendo sus pertenencias y no sin antes tratar de animar a Jilonen, el entrenador del Terror de las Fauces, se dirigieron hacia el Palacio de Olocan. Allí el festín ya había comenzado con una entrada de finos y variados platos propios de la cocina Tosgon. Nippur y Oreon degustaron algunos, por su lado Glodin abrió su apetito a todos pero Dern consideró definitivamente sobre algunos platos que no era necesario hacerlos tan fastuosos para cubrir una necesidad tan básica como el hambre. 

Glodin y Oreon, gracias a la introducción de Laotsal, se presentaron ante unos representantes de pueblos Tosgon que habían sido invitados al banquete. El primero dió un paso al frente y se presentó, una máscara de piedra volcánica agrietaba su voz. Soy Nemac - dijo-, seguidor de Akbal. Su armadura de piedra volcánica llamó la atención particularmente de Dernwick, dado que al hablar mutaba de color.  Otro, vestido con pieles de dinosaurios de colores con un barbijo de colmillos hizo lo propio. Soy Ikaúso, líder de los Jinetes de los Raptores y seguidor de Apis - se presentó con un pequeño seseo en su pronunciación. Por último, vestido de diversos fragmentos de armaduras de la superficie, y un casco roto de un costado, se presentó. Soy Moyotl, identificándose como seguidor de Brakane. Su voz era firme y su pronunciación en tosgon más conocida por la compaudaz. Entre bocaditos y jarras de aguardiente rompieron el hielo y platicaron un buen rato, desde el escape de Hasti Laatus de la Compaudaz hasta la victoria del Gran Pelele sobre el Terror de las Fauces, los cojines Tosgon hicieron de apoyo al oido. Olocan satisfecho participaba de las conversaciones con su voz gruesa y simpaticona. La velada se interrumpió con el ingreso de un orco, de contextura media, ataviado de cueros de dinosaurio con plumas y cascabeles colgando en sus brazos y piernas. Su collar de huesos de distintos colores, hizo pensar a la compaudaz que se trataba de un seguidor de Hunhao. Olocan lo saludo con un simple ademán, levantando la mano en señal de saludo reluciendo sus anillos que seguramente tenían más de una historia de apuestas perdidas y ganadas. La figura permaneció atento a las charlas que se estaban dando entre ellos pero con distancia.

El camino de Sigfrid hacia el Tekan Topol fue lento pero plagado de grandes momentos, de abrazos, de besos, de choque de puños y de regalos que honrosamente todos rechazó el campeón. Inamac, quizá, mostró en el ascenso hacía el palacio una de sus caras más sensibles, no sólo el festejo ante un vencedor de la Dinomaquia sino su respeto al mismo, a su tradición. Sin querer faltar a esa demostración Sigfrid no vaciló en detenerse cuando la situación lo requería. Luego de una larga caminata, llegaron junto a Ralmin al quinto piso de Inamac Joshim, allí unos Jalminá los guiaron y abrieron las puertas del Palacio. 

¡Llegó! - grito Olocan dando un salto sobre sus almohadones de cuero de deinonichus finamente bordados - ¡Adelante amigos! ¡Ven aquí Pelele! - Hizo un ademán hacia la cocina. Sigfrid le respondió con su mano en alto y ocupó el lugar designado. De la cocina salieron los mozos con el plato principal de la velada. Dos cuencos grandes y otros pequeños. Sirvieron los cuencos grandes primero a Sigfrid y luego a Olocan y los distribuyeron entre los invitados. Los representantes Tosgon se acercaron para no perderse ese plato. Estaban alegres de ver entrar al Gran Pelele, dado que estaba en boca de todos su hazaña. Sería una historia para contar a sus columnas de Tosgon, ya que las historias del Gran Pelele serían compartidas entre ellos. ¡Disfruten este manjar! Es raro comer sopa de espinosaurio. Es exótico incluso para nosotros. Todos se acomodaron en sus almohadillas con sus cuencos mientras Olocan continuaba ¡Así que.. - tocandose la panza y recostandose sobre sus finos almohadones - cuentanos sobre tu batalla! - hubo un momento en que parecías muerto ¡jajaja! ¡Qué momento tan divertido! ¡Tus amigos estaban blancos de miedo! finalizó con una gran sonrisa: - ¡Queremos escucharte!

Sigfrid relató en primera persona su combate, sin duda una experiencia vivida dentro de las fauces de la muerte. A medida que continuaba pasando el aguardiente los temas fueron surgiendo entre los comensales. De la conversación, ante una pregunta de Derrick, Olocan esclareció quien fue el que se degollo y apuñaló el corazón al morir el Terror de las Fauces. Era Tolte-Catl, dueño del criadero, su hijo Ne-Catl que estaba presente pasaría ahora a ocupar su lugar. 

Nippur solicitó a Oreon que oficie de traductor con los representantes. Nippur se presentó nuevamente y expuso su ideal de reunir a los Tosgon para enfrentar al mago blanco y a la reina roja para poder pacificar Tierra de Lagartos. La cara de consternación de sus oyentes reflejaba sus posibles acciones, solo uno de ellos lo escuchaba y continuaba tímidamente en el mismo tema pero con mucha vacilación. Hasta que Nemac dijo finalmente que sus quince seguidores podrían ayudar en esta empresa. Nippur se culpó por no poder encontrar las palabras adecuadas, o quizá no las había, para convencer a los representantes de luchar. ¡No podemos nosotros! - decía Ikaúso. En caso de una invasión nos iríamos - decía Moyotl. Es imposible unir a los Tosgon - repetían a coro los dos. Desde atrás de la sala la voz de la retirada figura se alzó entre las conversaciones. ¡Se puede hacer pero es difícil!. Olocan miró de entrecejo y comprendió que uno de los temas importantes de la velada había dado inicio. La presencia de esta voz se volvió una especie de columna del Chukan - Neki, pero en este caso del Tekan Topol sobre la cual se centró el peso de las preguntas de la compaudaz contenidas por la abovedada sala. 

Por favor, explícate un poco - dijo Glodin. No nos hemos presentado soy Glodin PiernaCero, y ellos son mis compañeros Nippur, Ralminirrak, Oreon, Dernwick y Sigfrid. Formamos la compaudaz y hemos estado mucho tiempo caminando por Sisalikudra. Nos gustaría escucharte - finalizó con un ademán caballeresco -  dado que hemos tomado como misión la pacificación de toda esta tierra. 

Entre los míos soy conocido como Netzawal - hablaba de forma tosca, con una pronunciación en Tosgon un tanto difícil de seguir. Es cierto lo que dice tu amigo sobre el mago blanco es una verdadera amenaza tanto para los vivos como para los muertos. La Horda Blanca es real, tal como indican los Lienzos de Senteua, es como dice la profecía del Final de los Tiempos: “Lo devora todo y va creciendo hasta que no queda más nada. Sólo todo blanco.” - enfatizó -. Incluso tu amigo Sigfrid debería temer. Como decía - prosiguió el orco - acercándose un poco más al grupo principal - es posible hacer lo que dice tu amigo calvo. Pero no es fácil unir a los bulliciosos pueblos Tosgon. Para poder estar próximo a ese objetivo hay que convencer a los Chimal-Hotzitl. Aquí en la región en la cual nos encontramos hay seis de ellos: Kaunakatl, quién lidera los Acechadores de Tacla-Tui, se encuentra al oeste; Kapotsaui, es el lider de los Cuernos Negros, se encuentra apenas al sur; Unraja, conocido como el brujo, es el lider de los Depredadores de la Oscuridad, se encuentra al este; Baic, es el líder Tosgon de la Tormenta de Fuego, se encuentra varios días al sur; Sitlal, lidera los Colmillos de Bradnawill, se encuentra al noreste y Zinac, el líder de los guardianes de las estalactitas, se encuentra varios días al sur. Todos quedaron pensativos tras las palabras del orco. Oreon rompió el silencio con su acostumbrada parsimonia. 

  • Disculpa, ¿Que quieres decir o a que te refieres cuando dices que Sigfrid debería temer? 

  • Netzauatl, con un tono más lento retomó la idea - La Horda Blanca no solo crece con los cadáveres de los vivos, sino que también absorbe a los espíritus de la región. Entiendo que tu amigo es un espíritu.

  • Ahora comprendo - dijo Sigfrid, y te agradezco tu preocupación, resulta que en mi caso puntualmente, no soy un espíritu sino un elemental de magia, que por supuesto me acarrea otras preocupaciones. Término de señalar con un gesto de conocimiento de causa.

  • En efecto - prosiguió Oreon con parsimonia - debe de referirse, Netzauatl, a los espíritus de seguidores de Kidris que han conocido en el camino, no se refiere a muertos vivientes incorpóreos o almas precisamente. 

  • Así es dijo Olocan, tomando una participación insospechada. Es lo único que sé, advirtió, con su amplia sonrisa tocándose la panza, mientras disfrutaba un espinazo de la sopa. 

La velada prosiguió, ya con la inclusión de Netzauatl. Disfrutaron de los manjares que ofreció Olocan, terminando con unas copas de más en algunos casos, todos se retiraron a sus espacios de descanso. En esta oportunidad, los Jalmina escoltaron a la compaudaz hacía el Tecpictamachl, el lugar que en otros tiempos acogía a aventureros de la superficie, mucho antes de que cierren las puertas de Uxmal.

El palacio de los extranjeros, era amplio, lo componían tres habitaciones, una gran sala principal, una cocina, un baño y una caballeriza. Siendo el balcón el último espacio que aportaba a la postre una perspectiva sin igual de Inamac. El bullicio de los Tosgon no llegaba a esas alturas, se disipaba en la gran caverna de Tierra de Lagartos. El silencio que circundaba al Tecpictamachl sumado al baño que tomaron cada uno de los miembros de la compañía, les permitió descansar por primera vez en mucho tiempo en paz. Pudieron relajarse, distenderse y darse el gusto de concebir el tiempo de otra forma, al menos hasta tanto la realidad no se imponga como columna en el infraoscuro. El pequeño pero hogareño desayuno los llevó a meditar entre todos los próximos pasos a seguir. Se dividieron las tareas y salieron al campamento Tosgon para vender algunos objetos que habían obtenido durante su travesía y en algunas aventuras. Al llegar, el campamento estaba desierto, los pocos tosgon que aún quedaban estaban terminando de levantar su tienda y retirarse para continuar con su ciclo nómade. Se dieron cuenta que tal era el silencio que rodea al Tecpictamachl que no escucharon cuando la gran columna Tosgon abandonó las afueras de Inamac. Ante la imposibilidad de realizar alguna de las tareas propuestas en el campamento, Derwick decidió ir a resolver el destino de los Triceratops y sus huevos obtenidos en una apuesta. Le pidió a Ralmin que observe si en el contrato elaborado por los Coztic Netla se hacía referencia al anterior propietario. Una vez identificado quien era, Dernwick, Oreon y Glodin se dirigieron al predio en cuestión y solicitaron hablar con sus dueños. Luego de elaborar propuestas y contra propuestas lograron acordar con el propietario, Dernwick donó los dinosaurios al criadero bajo la condición de que la mitad de las ganancias que se obtengan con ellos sean destinadas a un nuevo orfanato.

Nippur y Sigfrid se dirigieron al Chukan - Neki con el objetivo de mejorar sus técnicas de combate, junto a ellos fue Ralmin para facilitar la traducción. El camino que hicieron era el mismo, pero al mismo tiempo no lo era, las calles y recovecos de Inamac eran iguales, pero ya no estaban atiborradas de tosgon, las barandas y escaleras eran las mismas, pero ya no tenían los mismos colores y los paradores de comida eran los mismos, pero no tenían los mismos olores. Faltaban los pueblos tosgon, aquellos pueblos nómades que dotaban de una vida exultante a Inamac. Habían partido para alegrar y dar vida a toda Tierra de Lagartos, quizá en dos semanas cuando el entretenimiento inicie otra vez en Inamac regresen. Ahora reinaba el sosiego y el silencio, juntos rodeaban al Chukan - Neki que se elevaba frente a ellos como una antigua estalagmita. Nunca se habían detenido a observarlo. Sobre sus grandes columnas se apoyaban poderosos arcos que aseguraban una gran ventilación y estabilidad a la vez que garantizaban pasillos amplios para la comodidad de la multitud. Con detalle se podía observar que algunas columnas contenían inscripciones de antiguos sucesos, nombres de quizá antiguos héroes y adversarios. Otras columnas, al parecer reconstruidas, contaban con inscripciones de nombres y dibujos de criaturas inimaginables. Otras llevaban el nombre de entrenadores y criaderos. En los diferentes tipos de columnas podía observarse los estilos, reconocibles principalmente por el concepto empleado en la construcción o reconstrucción de cada una de ellas. El orden de las columnas medias y altas de la planta baja, por la que ingresaron al Chukan Neki, respondían quizá a uno de los primeros estilos Tosgon. En los arcos que iban pasando por encima de ellos en su camino al gimnasio, las esculturas de las máscaras de los tosgon Akbal, Kumats y los otros se repetían todas montadas sobre los arcos, cuyas columnas advertían un segundo o tercer estilo Tosgon. Unas en perfecto estado, otras erosionadas por el paso del tiempo. Los toscos cortes de las columnas y los arcos no dejaban dudas que se trataba de una de las piezas de construcción tosgon más importantes. Las representaciones de antiguas batallas que cubrían las paredes de los pasillos interiores les evocó diferentes recuerdos. Sigfrid con una sonrisa recordó a su adversario. Nippur por su lado, vio las huellas de Pazurijch por toda Inamac. Y el mago vió en sus ropas los colores de Tierra de Lagartos.  

El gimnasio compartía las mismas columnas del Chukan Neki, su arena de entrenamiento, sus habitaciones de prácticas eran el destino buscado por los aventureros. Sigfrid encontró, entre los entrenadores del gimnasio, a Chico el maestro en la técnica que deseaba perfeccionar. Así que sin demorar se quedaron practicando en el gimnasio del Chukan Neki, Nippur y Sigfrid. Uno por medio de la meditación, en tanto el otro por el camino de la inteligencia. En tanto Ralmin luego de cumplir con su misión de traductor se retiró a comprar unos elementos sencillos para copiar un pergamino en su habitación. 

Al otro día, durante el desayuno la compañía audaz estaba por continuar con el plan inicial, si bien algunas de las cuales eran imposibles debido a que no habían podido adquirir algunos elementos en el campamento tosgon, podían aún entrenar en el Chukan Neki. Pero lo cierto es que la nueva información otorgada por Netzawal lo cambió todo. El grupo se debatió entonces entre cumplir objetivos individuales o colectivos. Sigfrid y Ralmin expusieron primero su posición, similar fue la opinión de Nippur y Dernwcik. Finalmente, Glodin, el más reticente al principio dado a que había adquirido un compromiso con Amokstik, modificó su parecer y decidió acompañar la decisión del grupo de adentrarse en sorbetrach, no sin antes dirigirse al Jalminá y extender las correspondientes disculpas.

Luego de haber ultimado los detalles de la partida y dejar los pertinentes saludos, tanto a Olocan, a Laotsal como a Knetel, la compañía audaz bajo hacia el campamento tosgon, en su descenso vieron como las empinadas y estrechas colinas se elevan desde el suelo como crestas de serpientes perdiéndose en el horizonte oscuro. Con los pies en la base de Inamac, la lúgubre bóveda, nuevamente se abría ante ellos. Ya conocían sus sonidos, el goteo del agua de las estalactitas y chirridos de extraños seres que acechan desde el corazón de la eterna noche.


La densa oscuridad no deja ver más allá de unos pocos pies frente a ellos y el aire cargado de humedad los aguarda. La compañía audaz regresó a la oscuridad.




El magnicidio y la Dinomaquia

 El día del tan esperado evento llegó y como siempre una gran multitud se movilizó desde las afueras de Inamac y ocupó los caminos de la ciudad en dirección al Chukan-Neki. Por entre las calles atestadas de comerciantes, tenderos, curiosos y exitosos apostadores, la compañía audaz avanzaba. La marea de seres los empujaba hacia el Chukan-Neki, la necesidad de cumplir con las tareas encomendadas hizo que la compañía se separe Glodin, Dern, Nipur y Oreon debían buscar y dar aviso a Olocan para advertirle sobre el plan magnicida que estaba por concretar el primer ministro, en tanto Ralminiarrak acompañó a Sigfrid que debía presentarse en la arena como contrincante. Luego de cumplir el ingreso se dirigieron hacia los vestuarios para cumplir con la promesa de Sigfrid de participar en el gran evento final. En ellos recibieron las correspondientes indicaciones sobre las reglas que rigen la arena, en tanto desde sus aberturas el entrenador y el guerrero observaron cómo se desarrollaban diferentes luchas. El primer evento en tener lugar y en abrir el cronograma fue el enfrentamiento de dinosaurios: Tlanti Mina vs El Martillo. Una batalla bastante pareja, al menos entretenida, en la que resultó vencedor Tlanti Mina dando inicio a un revuelo y excitación por parte del estadio que comenzaba a entrar en calor.

Ral, ahora el entrenador, se ocupó de los preparativos administrativos finales para que Sigfrid no sea cuestionado y pueda ingresar a la arena, sin consecuencias negativas, dado que el uso de magia no está permitido en los enfrentamientos. Sigfrid, se encontró sólo en su vestuario con la compañía del tumulto de la turba que ocupaba el estadio. Se miró al espejo, estaba tenso. Hacía mucho tiempo no veía su rostro. Ya no era ese joven paladín sin experiencia, se trataba de otra persona que el mundo intentaba cambiar un poco más. 

En medio del ensordecedor ruido y vitoreó los miembros de la compañía intentaron avanzar hacia Olocan y evitar su asesinato. La inminencia del inicio de la segunda batalla, el choque de gigantes, correspondiente al segundo evento conforme al cronograma: Tlacatl, El Terrible vs Zatzahui, El Titánico dificultó su avance restándoles un tiempo precioso. Por ello, resolvieron continuar pero en busca de Laotsal, el canciller, quizá él pudiese abrirles paso hacia Olocan y así llegar antes de la gran pelea convocante de ese día, y poder evitar el asesinato, que suponían ocurriría en el momento de mayor efervesencia. A empujones lograron entrar al palco del canciller pero la segunda batalla dio inicio y fue la protagonista, la sangre y bestialidad se mezclaron y ellos quedaron en segundo plano. Las apuestas se movían en las gradas como una criatura queriendo animarse, el resultado fue definitivo. Así como en la primer batalla venció el favorito Tlanti Mina, lo mismo sucedió en la segunda, Tlacatl el terrible proporcionó el espectáculo de sangre y repartió dividendos a los apostadores. 

El ritual de inicio continuaba para Sigfrid, Ral lo acompañó a deponer sus objetos mágicos, y ante la identificación por parte de Ralminiarrak, de un conjuro de detectar magia que estaba por lanzar un controlador. Lo interrumpió con unas sinceras disculpas. Revelando la verdadera identidad del Gran Pelele, afirmando que ahora su vida fluye en el cuerpo de un elemental de magia. La información fue superior a todo tipo de respuesta entrenada por él iniciado. Dando lugar a que se retirará en busca de sus superiores. Esta situación abrió el debate y los audaces debieron esperar en una sala el veredicto final sobre su participación o no en el combate. En la espera, Sigfrid seguía escuchando esa multitud, el bullicio, algo le traía a la mente, un recuerdo o quizá un sueño lejano que no podía identificar. Miró hacia abajo, miró las líneas que se formaban en la arena a sus pies. Gotas de sudor surcaban por su frente hacia el suelo, como bajando desde una gran columna de piedra. Debajo de él, sintió temblar el suelo y el polvo caer del techo de las tribunas calientes de miles de espectadores que esperaban ansiosos por el gran espectáculo. 

La compañía audaz se encuentraba dividida en su lucha por conservar el orden y preservar con vida al gobernante. Nippur, Glodin, Oreon y Dern luego de lograr convencer Laotsal, le seguían en dirección al palco de Olocan. Lo divisaron de lejos pero no pudieron avanzar mucho más dado que la locura se apoderó del estadio y nuevamente las mareas de tosgon se balancearon en dirección a los límites inferiores de las tribunas. Los relatores anunciaban la tercera pelea, la pelea que abrió la segunda parte del cronograma de batallas del día, la Dinomaquia. En esta ocasión lucharían: Cecenqua vs Tenayuco. Un enfrentamiento diferente, no sólo por tratarse de una lucha entre un dinosaurio contra un Orco, sino porque Tenayuco, un tosgon Hunhao, se presenta para cumplir con una antigua profecía y convertirse en el Moquihui.


Las apuestas no se hicieron esperar, los Coztic Netla, los encargados de apuestas iban levantando y anotando todo tipo de numerología. En tanto el ascenso de la compañía por la tribuna detrás del canciller simplificó un poco el acceso hacia los límites del palco, pero los guardias que respondieron a órdenes del primer ministro Chakin impidieron el acceso. Nippur sorteó a los guardias y avanzó hasta Olocan, en su trayecto divisó al asesino que capturó el día anterior. Con un despliegue de artista marcial logró identificarlo no sólo a los gritos, sino también con un golpe. En tanto la euforia seguían en aumento en la atribulada audiencia, Cencequa, el formidable triceratops se lanzó a toda marcha sobre Tenayuco, con gran destreza éste esquivo su topetazo e intentó dar un fuerte golpe con su afilado garrote. Pero no fue un golpe contundente, el triceratops respondió con una cornada que lo empujó hacia el centro. Con determinación Tenayuco se levantó como un relámpago y parándose lo espero con un grito de guerra. Cencequa bramo y a pesar de recibir un corte cerca del ojo, lo corneó contra una de las paredes rematándolo de una embestida. La gente en pleno festejo no se percató de lo que acontecía. Una gresca se desató entre Glodin y Dern quienes empujaron a las filas de guardias que estaban en la entrada del palco para finalmente ingresar atropellandolos, en tanto Nippur gritaba a Olocan, "¡quieren matarte, el primer ministro está detrás de este plan y este es el asesino!" al terminar de decir esto, el supuesto asesino recibió otro golpe marcial del monje que lo dejó tendido. La confusión fue tal que los guardias atacaron a Nippur, quien recibió ataques con las manos hacia arriba en señal de rendición mientras continuaba diciendo que Chakin era la mente detrás del plan de asesinato del líder de la ciudad. Olocan, reaccionó al ver la postración del monje y comprendiendo, dio la orden a las tropas de apresar al primer ministro. Chakin viéndose acorralado, en un acto de cobardía y desesperación se dirigió al balcón y saltó hacia la arena desde unos 50 metros de altura. El estadio enmudeció al ver esa caída desde el palco oficial, el ruido fue seco y para sorpresa de todos la acción no terminó ahí, ya que detrás de la caída del sujeto apareció un pterodáctilo que en picada cayó sobre los restos y los subió nuevamente al palco. El estadio se alborotó ante este nuevo y singular suceso, no entendió, tampoco quiso comprender y cómo una sola mente se levantó al unísono en gritos y algarabía. Y comenzó a calentar el ambiente para el último acontecimiento. Un rugido todopoderoso estalló desde las gradas, seguido de cánticos pidiendo por el "¡Terror de las fauces!". Como si se tratase de un golem que amenaza en levantarse y caminar por Sisalikudra esparciendo locura y necedad, los tosgon comenzaron a mover las apuestas levantando las manos, como brazeos de golem por el estadio, llamando a los Coztic Netla. Debajo, alejados de todo ese ambiente Ral y Sigfrid lograron destrabar los problemas. Finalmente depusieron las armas mágicas del guerrero para luego ser controlado nuevamente, pero en esta oportunidad, por un anciano quien se aseguró que Sigfrid no portase ningún encantamiento adicional a su naturaleza estrictamente mágica. Finalizado el chequeo, los dejaron solos un momento. El silencio de meditación lo rompió el mago para decirle a Sigfrid que cuando lo escuche hablar, se acerque al umbral de ingreso a la arena para presentarlo. Le dio un fuerte abrazo, lo dejó solo y se encaminó hacia la arena. Sigfrid sabía lo que eso significaba. Kanetel había sido claro, nunca nadie sobrevivió al Terror de las Fauces. Ahora estaba solo, él solo, a merced del invicto monstruo. Esta sería la segunda gran pelea del Gran pelele en el mismo día contra un temible adversario. Su entrenador ante ello le había dicho: “¡ánimo, el miedo es positivo, domínalo, úsalo!”. Sus brazos y piernas estaban surcados con antiguas cicatrices, él las recordaba a cada una. Pensó en la batalla, que el monstruo habría de tratar de castigarlo rápidamente como si hubiese cometido un crimen, como si fuese un delincuente a quién se le hubiese dado la pena máxima. Sigfrid conocía a la caprichosa fortuna, que cuál moneda, lo colocó frente a esta bestia. Acepto el desafío de ser una moneda en el aire, pues al fin de cuentas él es un apostador. "Soy apostador", se dijo. Y como tal conoce las reglas del juego, sólo que esta vez está en juego su cabeza. Asumiendo su destino y mientras corría una piedra de afilar por el borde de su pieza más preciosa, el bracamante, se deleitó en pensar en la cara de Olocan al momento de resultar victorioso. Con esa imagen esperó, desde el umbral, las palabras para ingresar a la arena, de aquel con quién tuvo más de una discusión y ahora era no sólo su entrenador, sino su amigo.

El caos mermaba en el palco oficial, la situación de extrema tensión comenzó a distenderse luego de que Olocan escuchara la historia y sobre todo la existencia de pruebas que sostendrían la acusación del magnicidio. Al calmarse definitivamente el ambiente Dern y Glodin solicitaron a Olocan suspender el gran evento porque temían por la vida de Sigfrid. Olocan los miró con comprensión y les dijo: “no puedo detener la pelea, la ciudad vive de esto y debo decidir siempre por la ciudad, lo lamento, su compañero debe luchar en el Chukan-neki y con una sonrisa gritó, miren ahí, hay movimiento en la arena. Con una gran sonrisa espetó: “¡¡¡Que empiecen las apuestas señores!!!”. La Dinomaquia continuó con su cronograma llegando al evento principal. El tan esperado combate entre El Terror de las Fauces vs El Pelele. Los relatores auspiciaron el enfrentamiento y la turba se emocionaba. 

Muchos se preguntaban quién era ese Pelele, pero sin dudas no importaba, ya que el espectáculo era del Terror. Los gritos, las corridas a carteristas por las gradas que huían entre los innumerables escalones del estadio, el jolgorio y las escaramuzas entre borrachos se paralizó. Se disipó esa energía monumental del golem con el simple ingreso a la arena de un elfo de prendas marrones. Ubicándose cerca de la salida de los vestuarios hacia la arena levantó las manos y como un impulsó brotaron dragones de fuego de sus manos y comenzaron a surcar el ambiente, sobrevolaron al estadio con vivos colores iluminando las caras talladas en las paredes de la arena de los antiguos combatientes. Ascendieron trazando figuras y se deshacían en chispas de colores. Ya con la atención de todos Ralmin se ubicó cerca de los relatores y dijo lento y con pausa:

“Desde las más oscuras profundidades de esta tierra

Quien fue Esclavo y se liberó de antiguas minas con terremotos

Aquel que cruzo caminando desnudo sisalikudra liberando a los antiguos burkan

Aqui con ustedes, 

El hijo de los dragones, aquel que se ríe de la muerte”

Desde el palco los compañeros audaces se miraron consternados. El estadio estaba siendo calentado por las palabras del elfo como aperitivo al gran final. El gran mago continuó con su presentación, los dragones voladores continuaban saliendo de su brazos y giraban sobre la arena como furias de fuego que estallaban en coloridas tonalidades de rojo, naranja y amarillo. Sus palabras continuaban circulando por la gran multitud gracias a los relatores que iban tomando fuerza. En un último giro invocó una gran hilera de dragones que dando vueltas cayeron como una cascada de fuego en la puerta de entrada hacia la arena. Las explosiones de chispas y colores levantaron la arena en jirones. Y como si fuese invocado por el mismísimo dios dragón una figura apareció de súbito entre el fuego y la arena.

Gritó el mago: “¡Aquí el gran pelele!”

 

Unos pies descalzos caminaron hacia el centro acompañando un torso cubierto por una lamelar. La hoja brillosa del bracamante se blandía con habilidad entre los dedos del guerrero. Su rostro serio miró a la multitud y con su otra mano sacó de su espalda una espada larga y levantando las dos manos saludo a la multitud. La ovación fue sublime, el estadio pareció querer sentarse cual golem y aplaudir. Esa ovación entró en el corazón de Sigfrid y le hizo identificar y recordar esa sensación. Pensó en su esclavitud, en su primera victoria que lo consagraría como el pelele. Aquellos primeros pasos hacia su liberación en Hastilatus. Olió sangre. Sigfrid liberó esa alegría por la arena que se escondía en él. Estaba listo para enfrentar su destino. 

El portón opuesto al gran pelele se abrió y se escuchó abrir lentamente una segunda puerta de hierro. Sigfrid extendió los pies y se estabilizó. Desde la oscuridad se oían gruñidos guturales que enfriaban hasta los huesos. Unos aullidos se escucharon venir desde el fondo de la arena, cada vez con más fuerza. Las antiguas estatuas de grandes héroes del Chukan - Neki sostenían la locura desatada por ese golem que de liberarse arrasaría con Sorbetrach. El desenfreno de gritos y apuestas se paralizó.



Y un silencio súbito auspició el ingreso del Terror de las fauces, de pronto la arena tembló y con un feroz aullido entró la formidable bestia. 40 metros de furia irrumpió en la arena y casi sin dar lugar a un suspiro, dando inicio al gran final, se lanzó el Terror sobre Sigfrid. Arremetió con fuerza el local e hizo saber al guerrero cuáles serían los términos de esta batalla. Sus garras lastimaron al pelele quién a su turno se lanzó hacia los tobillos de la bestia y la castigó duramente. Pivoteando sobre una pata el monstruo alcanzó nuevamente con sus garras al humano y luego de castigarlo hizo honor a su nombre y lo capturó con sus temibles fauces. La caída del bracamante hizo suspirar al golem de multitudes. Pero nuevamente tuvo que ganar aire para nuevos gritos como en una rápida respiración cuando el gran pelele se sujetó de uno de los colmillos con los que la bestia sostenía su armadura en el aire y lo presionó contra su cuerpo para ganar fuerza, entre gritos de dolor con la otra mano tomó su espada larga y lastimó duramente al dinosaurio. Para sorpresa de todos la pelea ya estaba durando más de lo habitual, muchos perdieron apuestas y otros embriagados por el ambiente pedían más sangre y perdían más plata. “¡Lo has lastimado, le duele! ¡¡¡Le duele!!!” gritó el entrenador del pelele al tiempo, que producto de la locrua del ambiente, lanzaba una zancadilla a un luchador que miraba también desde los vestuarios. Glodin en tanto, desde el palco, no podía creer esa imagen. El dolor molestó al monstruo quien zarandeó al guerrero con su boca fuertemente haciendo que la sangre suba a la cabeza mareando a Sigfird, lo que le hizo perder un poco la conciencia, hiriéndolo con esos afilados colmillos, llevándolo al límite del padecimiento. Su cuerpo pareció aflojarse en el aire y la mano que empuñaba la espada fue perdiendo fuerza. El entrenador pegó una nueva trompada, pero ahora, a uno de los guardias de la arena y dio unos pasos más allá de la zona permitida y gritó: “¡¡¡Arriba hijo de puta tus amigos te quieren, arriba!!!”

Las fauces del gran lagarto nuevamente prensaron al Pelele, quién luchaba por recuperarse, pero fue el dolor lo que lo hizo reaccionar y casi en el último instante antes de escaparse de sus manos, sujetó la espada. La sangre brotaba y solo podía distinguir el contorno sonriente de su némesis sujetándolo. Se limpió el sudor de los ojos e instintivamente flexionó sus pies descalzos en el aire, tomó impulso y levantó su espada, bombeó su sangre con toda su fuerza. Sabía que querían sangre así que se propuso dar hasta lo último. A ellos no les importaba de quién fuera la victoria. A lo lejos, sus amigos esperaban un milagro propio de ese humano que apuesta al destino mismo. Nippur sujetaba la cara de Dern. Lo apretaba en franca desesperación. Cuando amén un esfuerzo de naturaleza mítica Sigfrid asestó un formidable golpe. De una magnitud tal que ambos contrincantes se desplomaron. El asombro fue generalizado “uhhhhhhh” “ohhhhhhhh” …. El silencio del golem tribunero fue paralizante. Los dos yacían en el piso. “¡Arriba! ¡Párate! ¡Párate hermano!” - Los gritos vicerales y desesperados del entrenador retumbaban en la arena pero solo encontraron al oído de Sigfrid. Quien en lo profundo de mente repetía “¡soy duro, soy duro de matar, me tengo que levantar!”. El gran pelele en una demostración de amor propio se levantó bañado en sangre y arena, tomó su bracamante y degolló al terror de las fauces. 

El golem de multitudes en una erupción de euforia y diversos efluvios proferidos por la todas las voces aturdió a sisalikudra, el desenfreno fue generalizado a medida que coreaban “pelele,pelele… pelele, pelele… pelele…”, quienes no estaban dentro del estadio se desesperaron al oir la noticia y se apelotonaron hacia su interior para ver la proeza. Las grandes esculturas de los antiguos campeones fueron testigos de tal hazaña, la cual quedará impregnada en la mente de todos los pueblos tosgon por generaciones como la hazaña del gran pelele.

Capitán Bruce Killis

    Iluminadas por antiguos picos de fuego se proyectan indefinidas sombras que se escurren y deslizan por las agrietadas y mohosas paredes de la bóveda oscura, se escabullen. Se esconden unas de otras, evitándose. Irreproducibles chillidos, aullidos retorcidos y sonidos de pasos se multiplican, se hacen eco unos de otros quizá hablándose, alejándose, huyendo de una fuerza que avanza sin temor a los horrores que se ocultan en las entrañas de aquella oquedad o quizá uniéndose a ella. El eco de esos pasos confundidos con metales, gemidos y pálidos tintineos, se apoderó de la caverna. Cada paso atraviesa la enorme galería replicándose, acompañando la caída de gotas que desde lo alto de las estalactitas saltan hasta las estalagmitas, regando este páramo, contando el tiempo, formando columnas. Algo que quizá deberá esperar varios años más. Ese maná que da vida a esta tierra yerma interrumpió su trayectoria impactando contra un casco, que acaso no sería el único. Era el casco del capitán Bruce Killis. Capitán del pelotón de exploradores. Con su mirada oscura y profunda como la noche eterna que a todos rodea, Bruce avanzaba frente a su pelotón de guerreros esqueletos. Su oxidada armadura lleva el símbolo de una esfera blanca en un gran campo gris. La caída de esa humedad capturada por las porosas rocas motea su camino. En ellas vió el reflejó su vida, Galur, su amor prohibido, su traición, su pacto, su lealtad a su amo, quién hoy le permitió tomar este camino y conducir esta avanzada, conducir a su ejército.
 
  • Solo debo dirigirme donde dijo mi señor. Debo localizar el lugar y guiar al ejército - repetía. En tanto empuñaba su alabarda gris de brillo singular. Volteó y miró a sus compañeros y espetó: ¡Adelante! Estamos cerca. El amo nos premiará una vez más. Recuerden detrás nuestro viene nuestro ejército. ¡¡¡Viene nuestro Señor!!!


    En su andar, inesperadamente los picos bramaron fuego y bajo sus torrentes el suelo se movió. Una gran agitación se produjo, a continuación el fuego comenzó a brotar desde el suelo. Bruce no parpadeó. Algunos de sus compañeros no evitaron caer en aquellas grietas profundas que se abrían hacía olvidados abismos en donde yacen criaturas que es mejor no nombrar. Bruce aceleró su paso y vió desde lo alto de una antigua garganta, distintas figuras que comenzaron a emerger entre el humo y la ceniza. ¡Han de ser ellos!. exclamó. ¡Fórmense! ¡Hemos de esperar a nuestro señor! 


    Iluminadas por antiguos picos de fuego se proyectan indefinidas sombras que se escurren y deslizan por las agrietadas y mohosas paredes de la bóveda oscura, se escabullen. Desde lo alto de la garganta la compañía audaz, nuevamente, se vió apremiada por las sombras escondidas en la oscuridad, una oscuridad que los acechaba, una oscuridad que dictaba en la cabeza del Capitán Bruce Killis, “aquí abajo las cosas simplemente no permanecen muertas”. De repente, los ecos cesaron. Y el humo, la ceniza y la oscuridad los envolvió.




El brillo de la muerte

Los ecos tenebrosos de la tumba se mantenían presente en el imaginario de los miembros de la compañía audaz, sumándose a la larga lista de elementos que debían enfrentar. Siendo el primero de ellos la oscuridad profunda. A tientas, sin guía ni compás, solo con un puñado de indicaciones se movían los héroes en un mundo de sombras y resquicios abismales en cuyas profundidades, siluetas de las más variadas formas sugerían un final blasfemo. Superando las ominosas seis casas de los Burkan lograron avanzar al último resquicio de este laberinto del mal. Arribaron allí a donde los héroes de los pueblos del mundo sin sol fracasaron. Ahora era su turno. El turno de poner fin al laberinto. Y con él a todo tipo de abominación que se ocultaba en sus pasadizos y codos impíos. La tensión de lucha significó la entrega espiritual de los burkan para que nuestros héroes tuvieran una oportunidad adicional de eliminar la mazmorra. El suspiro del último golpe se fundió con los vapores de azufre y roca fundida. De entre los efluvios qué se elevaban y confundían entre el polvo y almas liberadas, una calavera adornada con piedras resplandecientes, en sus ojos pestañaban rubies rojos y con dientes de oro y plata interpeló con su maligno brillo a los héroes. El fin de los tiempos se acerca. Era el brillo de la muerte.